*El articulo de esta semana, se desvía un poco de la temática tratada en este blog, pero dada la importancia y la actualidad del tema me parecía oportuno publicar este interesantísimo articulo que me cede para su publicación, mi amigo, bajo el seudónimo de Rumpelstylsky. Espero que disfrutéis de su lectura de la misma manera que lo hice yo.
Me
siento algo descolocado ante los recientes atentados acaecidos en París.
Quisiera ser fiel conmigo mismo, con mis sentimientos y pensamientos a la hora
de posicionarme sobre este tema. Pero estamos pisando un terreno muy delicado,
en el que una cosa y la contraria, pueden ser igualmente motivo de ofensa para
según quién. Por eso quisiera hacer mi propia reflexión sobre este tema, para
sincerarme con lo que realmente siento desde lo más profundo de las entrañas,
como diría Pérez Reverte, desde las tripas.
En primer lugar y para no resultar sospechoso,
a falta de que otros lo hagan por mí, me definiré como una persona de raza
oriental (también denominada amarilla), de raza negra (también denominada de
color), de raza blanca (también llamada blanca), y de religión católico, musulmán,
judío, budista, ortodoxo, protestante… Le doy mi más sincero abrazo a mi amigo
negro Senowua, a mi amigo gitano Melchor, o a mi amigo musulmán Abdelhadi, y si
hace falta me acerco al todo a cien de mi barrio y abrazo a un chino. Pero sobre todo, soy ateo con un toque
de agnóstico, o al revés, según me levante esa mañana.
Desgraciadamente para mí
futuro, mi supuesta entrada en el paraíso va a ser imposible por ahora, a pesar
de que, las variadas ofertas de las agencias turístico religiosas son muy
tentadoras. La fe es un don que aún no me ha sido otorgado, un premio del que
sigo sin ser agraciado a pesar de que no tengo inconveniente en jugar. Y a
falta de fe, siempre pensé que la carga de la prueba reside en quien cree, y no
al contrario, pues no soy yo quien debe demostrar que dios no existe, ni
albergo interés alguno en hacerlo, es más, me alegraría muchísimo de su
existencia, pues tengo un montón de preguntas que hacerle.
Evidentemente y volviendo al título de este
texto, Islamismo y Yihadismo, no son la misma cosa. Pero el poso de podredumbre
que generan actos como el ocurrido en París, no se borran del inconsciente
colectivo así como así, de hecho, generan alarma social, miedo,
radicalizaciones, y sobre todo, la aparición de un amplio espectro lingüístico
de significados que se adhieren a la piel de muchos ciudadanos, repulsa,
aprensión, desprecio, recelo, odio, etc., y no sólo hacia los radicales
yihadistas, pues la onda expansiva, afectará a todo lo musulmán, al islamismo
en general.
Cuando pienso en lo acontecido, mi repulsa e indignación por los
actos de semejantes enfermos mentales y espirituales, es la repulsa e
indignación de cualquier ciudadano libre, de cualquier persona mentalmente
sana, de cualquier hombre ética, e incluso diría yo que, moralmente razonable,
porque estoy bien seguro, de que ningún dios llama a sus hijos a matar.
Y es aquí donde al final entro en contradicción
conmigo mismo, con mis ideas, donde me siento mal al confrontar lo que pienso y
lo que siento por dentro. Porque cuando ahora en televisión, veo todas esas
reivindicaciones solidarias de agrupaciones islamistas, llenas de mujeres con
velos en la cabeza, y de imanes con sus caras agrias de tanto acatar e imponer
los represivos mandatos de su dios, no puedo negar que dentro de mí se produce
un sentimiento de rechazo contra el que intento luchar, pero en ocasiones,
siento que pierdo la batalla. Porque no es sólo un rechazo visceral, sino
argumentado en que, si bien, todas las religiones me parecen estúpidas en
cuanto a la cantidad y calidad de minucias y despropósitos por los que hacen
pasar a sus fieles (no comas carne el viernes, descansa el sabbat, te casas de
blanco, te mueres de negro, ayuna en ramadán, a misa el domingo, viaja a meca,
persignarte tres veces, no tengas pensamientos impuros, reza mirando para tal o
cual lado, y así miles…), desde luego, si existe un dios, no concibo yo que
deba estar pendiente de tanta majadería, y la religión islámica se lleva la
palma en ese sentido.
Por eso, cuando nos dicen, que no justifican la violencia
de los yihadistas, que el Corán no dice eso, por su puesto les creo, pero
también creo, que profesan una religión anclada en un pasado muy lejano,
procedente de países, que lo queramos o no, por mucho petróleo que tengan,
viven mentalmente en la Edad Media. No entiendo muchos de sus radicalismos, y
lo malo no es eso, lo malo es, que cuando los traen a donde nosotros vivimos,
no sólo chocan frontalmente con nuestra sociedad librepensadora, sino incluso
con nuestra cultura, y lo que es más importante, con nuestras leyes.
Entre
otras muchas cosas, no soporto ver mujeres huyendo de la ablación, o atrapadas
en represivos burkas, por mucho que alguna me diga, que ella ha elegido vivir
encarcelada en esa oscuridad.
Para alcanzar nuestra defectuosa, pero querida
democracia, millones de personas murieron luchando en guerras contra dictadores
y reyes absolutistas. Antes de que yo naciera, muchos derramaron su sangre a lo
largo de la historia para conseguir logros de igualdad, laborales, para la
mujer, derechos de los niños, los animales, etc…, y sobre todo, el gran logro
de la libertad. Cuando veo que de alguna forma, pretenden que traguemos de
nuevo con costumbres u otros, procedentes del Medievo, que no me pidan que lo
entienda. En Europa no se accedió a la libertad y posteriormente al sistema
democrático por arte de birlibirloque, eso requirió un proceso en el que corrió
mucha sangre, reyes fueron pasados por la guillotina, fascismos, comunismos, y
otros ismos en los que muchos fenecieron para que nosotros disfrutemos ahora de
ella, y de nuevos sospechosos inventos capitalistas como la sociedad de
bienestar y demás. Ese es un proceso, que la mayoría de los países que traen
aquí sus costumbres y religión, aún no han superado, y requiere adquirir una
disciplina mental, un camino interior, y finalmente, levantarse en una
revolución hacia quienes les subyugan, y todo eso, es un trayecto que ellos aún
no han recorrido. Pero luego, ¡allí vamos nosotros!, hipócritas salva patrias,
a implantar nuestra democracia a sangre y fuego, derrocando Gadafis, y
Huseines. Los mismos a los que días atrás abrazábamos y bendecíamos
vendiéndoles armamento, ahora queremos echar con la excusa de la libertad, de
llevar nuestro demócrata invento a aquellos lugares. Porque claro, ¡nosotros
somos los buenos!, y tras pulsar unos cuantos botones, “bombas inteligentes” de
las que en televisión, únicamente vemos cómo vuelan y explotan, tal que si
fueran los fuegos artificiales en las fiestas de algún pueblo, luego llegamos
con nuestros flamantes coches de la ONU, y nuestros hospitales de campaña, a
curar las heridas de pueblos en la ruina más absoluta. Doble moral para lavar
nuestras sucias conciencias. Y todos aquellos mal nacidos gobernantes, que
unilateralmente se lanzan sin pudor ni permiso de sus ciudadanos a esas
guerras, lo único que han conseguido, es aumentar el odio de estos pueblos
hacia nuestro supuesto, mundo “civilizado” ¿Quién duda ya hoy en día, que
cualquier incursión sólo tiene fines económicos?, petróleo, gas, industria
armamentística, etc. Todos esos gobernantes que un día dijeron: “invadimos porque tienen armas de
destrucción masiva”, y meses después, tras provocar miles y miles de
muertos, hombres, ancianos, mujeres, niños, ellos mismos reconocían que se
equivocaron, sin asumir ninguna responsabilidad por tan terribles actos. Y afirmo
al tiempo que pregunto, ¿no son también ellos en cierto modo terroristas? No
creo que su terror sea menor en cantidad de muertos provocados, si bien la
crudeza de las imágenes nunca será la misma, porque ellos sólo aprietan botones
de moderno armamento, y eso queda muy bien en Hollywood.
Ninguna violencia es
justificable, y los yihadistas, eran sólo terroristas puntuales hace veinte
años, antes de que Bush y sus secuaces tomaran decisiones tan torticeras como
vergonzantes, según ellos, en defensa de nuestra libre y moderna sociedad de
ciegos. No quisiera equivocarme perdiéndome en cifras, pero el terrorismo a
aumentado exponencialmente, en unos pocos años en porcentajes imperdonables, y
nosotros, “el mundo civilizado”, hemos sido el caldo de cultivo, porque un loco
puede ser peligroso, pero si además le das argumentos para serlo, lo será más,
y convencerá a muchos más locos para que lo sean con él.
Por todo esto, me gustaría hacer una petición a unos y otros en favor de
la libertad. A los musulmanes, para que no utilicen interesadamente el altar de
nuestra libertad, en reivindicar su justo derecho a tener mezquitas,
subvenciones y demás, cuando bien saben, que difícilmente cualquier otra
religión puede montar un chiringuito en territorio islamista. Y a nuestros
gobernantes pasados, presentes, y futuros, a los que no he visto hacer ningún
tipo de autocrítica por los hechos ocurridos, para que no utilicen el altar de
nuestra libertad, en justificar más guerras que lo único que han hecho hasta
ahora, es crear un gigante de odio de donde apenas existía un enano. Desde
tiempos inmemoriales, hemos entrado en guerras levantando estandartes en el
nombre de algún dios, y yo que nunca creí en él, digo: ¡PORQUÉ NO LE DEJAMOS YA
EN PAZ! Si queremos matarnos, al menos, llamemos a las cosas por su nombre.
Igual que mi cuerpo rechaza un mal virus que lo enferma, mi mente rechaza una
idea que la ensucia, y si sucios son los ideales de la llamada guerra santa de
los radicales yihadistas, no es menos sucia la hipocresía de la sociedad
económicamente desarrollada, que para mantener su estatus, abraza o reniega del
tercer mundo según sus intereses.
Texto: Rumpelstylsky
Imagen: Europapress
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